Pequeña Vanina, puñado de amor, que dejaste en tu breve paso por la vida cuanto emano de ti, sueños, ilusiones, risas, canto.
En cada rincón habrá un recuerdo tuyo y en cada corazón la luz de tu existir jamás se habrá extinguido.
Entre almohadones y afiches despegados, descansan tus muñecas y tu lecho parece conservar aun el hueco tibio de tu cuerpo rosado.
Te aquietaste lenta como se aquieta un cirio y entre cara de ángeles y la sonrisa del cielo te recibió el Señor para que perdures siempre entre nosotros como eras ¡real, latente, viva!