Pequeña, delgada
De frágil figura
Con un pequeñito
Defecto al andar
Frágil, cristalina
Esbelta coqueta
Y un almita inquieta
Que ansiaba volar.
La casa sabía
De tus removidas
De discos, muñecas
De tu terquedad
De largos paseos
Reuniones con niñas
Esta casa nunca
Supo a soledad.
Sabía que un día
La vida
Por más que luchara
Le iba a faltar
Me aferre a esperanzas
Amarre ilusiones
Callé desazones
En pos de triunfar
Fui inútil mi esfuerzo
Mi credo, mi lucha
Mi pequeña niña
Se fue a descansar
Vestida de rosa
Remonto su vuelo
Cual ángel que al cielo
Deseara escapar
Y hoy la casa sabe
De largos silencios
De tardes calladas
De una triste paz
De juguetes quietos
Vestidos colgados
Hoy la casa toda
Sabe a soledad.
Pequeña Vanina, puñado de amor, que dejaste en tu breve paso por la vida cuanto emano de ti, sueños, ilusiones, risas, canto.
En cada rincón habrá un recuerdo tuyo y en cada corazón la luz de tu existir jamás se habrá extinguido.
Entre almohadones y afiches despegados, descansan tus muñecas y tu lecho parece conservar aun el hueco tibio de tu cuerpo rosado.
Te aquietaste lenta como se aquieta un cirio y entre cara de ángeles y la sonrisa del cielo te recibió el Señor para que perdures siempre entre nosotros como eras ¡real, latente, viva!
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